Literalmente Korima. Korima es una palabra raramuri para expresar la acción de compartir para el crecimiento de la comunidad. Korima literalmente.
martes, 22 de noviembre de 2011
Diálogo
El visitante
Nadie podría haber calculado el efecto del viejo recién llegado. Un hotel barato frente a la catedral decidió que sería su albergue, hizo su trato, tomó sus pocas pertenencias y se encerró tras la puerta.
En un principio sólo Don Damián advirtió lo extraño de su huésped, sus peticiones anticipaban una inusual estancia: Desayuno medio mañanero y merienda por ahí de las 5 “dos comidas son suficientes” – aclaró el extraño- avisó que comería en su habitación, rogó que por ningún motivo le sirvieran carne o leche tibia (fría sí), hizo énfasis en su gusto por las lentejas, en cuanto a la limpieza, pidió al administrador a camisa sin mangas, que se abstuvieran de ingresar a su cuarto, explicó que cuando él lo necesitara sacaría las sábanas y la demás ropa de cama para su aseo y por el interior no habría que preocuparse, dijo, pues él se ocuparía del mantenimiento, pero sobre todo demandó tranquilidad y privacidad.
-Es un viejo loco, a ver si no sale cabrón- dijo Don Damián en la cantina de la plaza, sin poder ocultar su intranquilidad por el inusual inquilino.
Transcurrieron los días y creció la curiosidad por el viejo del cuarto que apuntaba a la Iglesia. Después de unas cuantas semanas, el visitante ya era conocido por todo el pueblo y el pobre Damián se vio acechado por burlas y malos augurios.
-Ahí sigue el viejo, no sale… no dice nada, paga a tiempo y casi ni come, es lo bueno… me sale barato- argüía para sosegar su espíritu intranquilo.
Pasaron los meses y los rumores crecieron, algunos pensaban que era un contrabandista que se escondía, otros que era un brujo, que era un viejo rico deschavetado que quería morir en soledad, también se dijo que era un ser maligno y otros solamente creían que era un viejo loco que no merecía su atención, Don Damían le temía a todas las hipótesis, algo le decía que su tranquilo hotel tendría una mancha que no podría quitar.
Dentro de la habitación del viejo, no se escuchaba ruido alguno, ni de día ni de noche, sin embargo aún aquel que no supiera de la existencia del extraño, podría tener la certeza de que esa habitación estaba ocupada y que en su interior rondaba su habitante.
-No se oye nada, pero se siente, se siente como cuando te persiguen, que no lo ves, pero sabes que está detrás, ya hasta en mis sueños lo veo y lo escucho por el pasillo, ¿qué chingados hace el cabrón ahí encerrado?… desde que llegó el negocio ha ido en picada, es un cabrón demonio- Don Damián comenzó a esparcir su inquietud con los compadres de mezcal y noches, pues eso era, mera inquietud puesto que en realidad no había disminuido la clientela, era invierno y el frío trituraba los huesos de cualquiera, durante esa época del año nunca había turistas en el viejo pueblo escondido.
Pronto la desesperación de Damián se propagó por todo el pueblo, todos temían que fuera verdad lo que decía el gordo hotelero, que fuera un demonio. Se comenzaron a sentir observados y perseguidos, los niños temían pasar por el hotel, los domingos después de misa los devotos apresuraban el regreso a casa para no ser observados por el extraño de la habitación más alta del hotel, y no se diga durante la liturgia donde trataban de hablar bajito, los evangelios se leían a medias, evitaban mencionar a Lucifer, se sentían escuchados, vigilados. Pronto se acabaron las ventas fuera de la iglesia, las fiestas se tornaron frías y temerosas, el mismo sacerdote se cambió de casa y el pueblo entero comenzó a sentirse asfixiado por el fantasma del hotel del centro.
Corría el sexto mes de encierro cuando se organizó una comitiva de valientes que decidieron enfrentar al intruso, llegaron a la puerta del cuarto, ahí se detuvieron indecisos de ahí emanaba una energía fantasmal que les oprimía el corazón y les retorcía el estómago, iban encabezados por Damián y el sacerdote, después de varias vacilaciones y precauciones, se decidieron a llamar a la puerta esperando lo peor, sólo una vez hicieron sonar la puerta, temerosos de que el ruido despertara a un monstruo.
Y se abrió en cuanto el padrecito despegó la mano, para todos los presentes duró una eternidad el lapso entre el sonido seco del llamado sobre la gruesa madera de la puerta y que ésta se abriera de par en par, y por fin enfrentaron al cuarto y su habitante. Tras el umbral se dibujó la figura de un viejo barbón y delgado, de sencillo e impecable vestir, quien con una tenue y amable sonrisa los recibió.
Quedaron petrificados al ver el sosegado equilibrio del viejo, al principio fue aterrador encontrar a un ángel en lugar de un demonio, luego se sintieron apenados por las pistolas y machetes que asomaban sus cinturas, después culpables de sus acusaciones, quedaron sin poder dar respuesta a la sonrisa, se marcharon no sin antes fingir una reverencia de bienvenida-disculpa, y otra de despedida-sumisión.
Todo el pueblo se enteró del resultado de la visita y la opresión del corazón creció, no sabían qué pensar ni qué hacer, al antiguo sentimiento de temor se le añadieron sentimientos de culpa, de veneración, de asco, desconcierto, es imposible definir los sentimientos desatados en los oriundos, todas las penas de su corazón se hicieron monstruosas, todas las injurias hechas y recibidas les retumbaban en la conciencia, en los sueños, las mentiras que habían contado les comían las entrañas, en el pueblo se miraban con desconfianza, ya casi ni se hablaban, se acabaron las fiestas, se acabó el turismo y muchos por las noches lloraban en silencio sin consuelo.
La decisión de Don Damián fue tajante: lo dejó de alimentar, y lo único que logró fue desbordar la locura, pues esta medida no afecto en nada el comportamiento (o el no comportamiento) del viejo, quien no salió y mantuvo en silencio su claustro, la gota que derramó el vaso, le abrió de par en par la puerta a la demencia.
El pueblo entero culpó al hotelero su malestar, “de que el pueblo se viniera abajo” y se organizaron para matar a Damián y un día desapareció, para entonces transcurría el segundo año de estancia del viejo, corrieron los rumores de que el sacerdote había sido la mano ejecutora del crimen necesario, y aunque nunca pasó de especulación, el clérigo no pudo con el rumor o con la verdad y salió del pueblo ahogado en su pena para nunca volver.
Sin la referencia moral del eclesiástico, la realidad del pueblo encrudeció, las acusaciones y rumores que comenzaron cuando Damián se descubrió asesinado derivaron en una descarga brutal de ira de todos contra todos, sin ningún otro precedente, hasta el más reservado de los habitantes comenzó a hacer declaraciones de rencores y rabias que hasta ese momento habían permanecido escondidas en el más profundo rincón de cada ser, golpearon al non-grato, insultaron, hirieron, mataron, de la mudez pasaron al estruendo de la verdad revelada y la ira embravecida.
La sangre corrió y las casas se transformaron en bunkers de silencio mortal, el pueblo lo había perdido todo, el vacío se apoderó de los corazones, y a esto le siguieron los suicidios y los gritos nocturnos de desesperación.
El pueblo se convirtió en una carnicería, y aún cuando las calles se tiñeron de rojo, aún con el olor a podredumbre, con los gritos de terror, aún con la demencia desatada por todos los rincones, a pesar de todo esto, él siguió encerrado en su habitación, incluso cuando nadie lo recordaba él permaneció encerrado, cuando la sangre se secó y los gritos de dolor se convirtieron en alaridos demenciales, llegó su señal para culminar su misión, salió y tocó las puertas de los sobrevivientes, los tomó por la fuerza o por propia decisión y así como encantados, estúpidos sin razón los encerró en el hotel, tomó sus cosas y se fue.
“Tomé su interior, que salga el que pueda salir”
Reconciliación fatal
Sentados frente a frente, uno de ellos tomó la botella de aguardiente y llenó el vaso del otro, este lo tomó con firmeza para disimular su miedo, lo hizo con tal fuerza que se derramaron unas gotas, no se atrevió a mirar al que estaba del otro lado de la mesa.
Y miró con desprecio al viejo tembloroso que no podía ocultar su temor, las gotas de aguardiente resbalando por su mano y su mirada esquiva le anticiparon su victoria definitiva, rebosante de una embriaguez egocéntrica por su superioridad ante su oponente, seguro de sí mismo llenó su vaso hasta el tope y dijo:
- Salud, antes que lo desperdicies todo...- dijo.
- Salud, por los viejos tiempos – respondió el viejo con firmeza.
- ¡Por el recuerdo del olvido! - y alzó su vaso, todos los presentes en el bar lo miraron de reojo.
- Tú también morirás
- Pero no hoy
- No si no me matas…
Ese día mató a su demonio, lo sacaron en una bolsa de plástico negra.
jueves, 17 de noviembre de 2011
No queda más
No queda más
No queda otra opción, hay que cruzar el umbral, y el puente, por más viejo, tiende la cuerda entre la bestia y su amo, pero estés seguro que el demonio va a cruzarte de derecha a izquierda y va a sonreír cuando abras el puño y desvíes la mirada, entonces cuando seas un extraño para tus ojos, el puente se desploma, y que fuerte va a reír cuando confíes en que has de tomar dos litros de agua al día y que compres gustoso el cuchillo para estar sano, apenas recordarás donde estuviste ayer cuando enciendas el televisor, tal vez habrá un destello de memoria, una sospecha que el camino recorrido es falso y divergente al escuchar cómo se matan en Israel y que tus clases de geografía e historia no te ayuden a pensar algo al respecto, pero pronto ni siquiera podrás descubrirte desconectado cuando puedas terminar de ver el bombardeo e irte a dormir para tomar coca cola fría al día siguiente, estás perdido cuando regateaste la artesanía y dormiste cómodo en el todo incluido, para quien esto no le sea ajeno, no es mala idea comprar un perro y dormir a su lado para siempre, lo que propongo y queda para mí es cruzar el puente para quienes cerramos el puño y fijamos la mirada hacia su destino.
Eventos desafortunados y las máscaras sociales
Soy de las personas que disfrutan de la soledad sólo mientras esté al aire libre, sea smog de ciudad o libertad de campo, es en estos lugares donde puedo sentir cómo el mundo vibra y percibir todo lo que deja al descubierto.
Pero soy de ciudad y rara vez paso una tarde normal en el campo, así que no tengo callos y a pesar de la tez morena, mis extremidades inferiores son tan blancas como camiseta almidonada, irremediablemente citadino y en la ciudad nunca se está solo, en esas circunstancias es que se gesta esta historia, en la paradoja de la soledad con la muchedumbre surgió un evento que me suplicó ser narrado.
El cuento de la soledad fue sólo un preámbulo (tedioso lo encontrarán algunos) para justificar mi estancia en una tetería (¡ajua! Très chic mes amis, je suis sophistiquèe) donde suelo disfrutar buen té y buena literatura (hasta la estratósfera la mamonería) en verdad lo disfruto pero para terminar de aclarar lo de la soledad urbana, declaro que en ocasiones la encuentro hostigante pero en otras disfruto tanto más que en el teatro escuchar y observar de soslayo a las mesas contiguas y a su animosa concurrencia.
Me divertía de lo lindo esa vez, todos haciendo alardes de nuestras máscaras sociales más prodigiosas (ya expliqué la mía, no hay exentos) y dejando que nuestra verdadera cara dé brinquitos esporádicos en un juego delicioso del rol perfectamente bien interpretado, no hablaré de los detalles que escuché esa tarde, de la que dejaron plantada y tiene la clásica cara de fuchi, de los amiguitos superándose en anécdotas en una progresión de ser más cool, que se puso más pedo, más ligue, más lo que sea, aquí ni el fondo ni la forma importan, solo la exhibición, pero como dije eso no es lo que inspiró dejar hasta ahora unos 15 minutos en tinta de puro pensamiento tangencial.
Esperen… brotó una belleza de la mesa de lado que no puedo evitar plasmar, cito: “Él estaba enamorado de parte cínica güey… “ una joya.
La cuestión son los roles y las “buenas costumbres” llevadas al extremo patético.
Por alguna razón las necesidades primarias antípodas al comer y beber son actividades dignas de recato y discreción, podremos ser los más puercos o pulcros pero a la hora de la hora en un lugar público, todos vamos al “servicio”, como dicen mis compas gachupines, casi deslizándonos como ninjas o dignos y erguidos cual soldado al paredón, conducta paradójica pensando que el acribillado en este caso no será aquel digno en urgencia.
En fin, me dieron ganas de ir al baño y ahí voy, en mi caso sigiloso como reptil. Y estaba a media operación tratando de no hacer ruidos extraños cuando se gira la perilla y abro los ojos con un temor terrible a ser descubierto en pleno ejercicio, fueron milésimas de segundo, pero de sobra suficientes para hacer un recuento de los hechos y recordar la imagen clara de mí mismo girando el seguro de la puerta al tiempo que compruebo con datos empíricos tal supuesto y todavía no terminaba la fugaz amenaza cuando brota una nueva aprehensión pues ¡qué tal que no sirva el segurito! Recordaba cómo dudé de que el artefacto haya hecho el click correspondiente, en eso estaba cuando terminó de hacer su rotación la manija, tenía una cara como cuando anticipas la caída de un plato o jarrón, la clásica de un ojo a medio cerrar y la cabeza ligeramente echada hacia un costado pero sin perder de vista el objeto del desastre y… ¡bien! ¡a salvo! Llegó mi segundo alivio al comprobar cómo la puerta se atoraba sin poder abrir, digo segundo alivio porque supongo que se sobreentiende cuál fue el primero, no hay ser humano que esté en desacuerdo sobre lo glorioso que es el momento en que esa necesidad es resuelta, por supuesto que hablo de la maquinaria pesada.
Aunque era obvio para quien estaba afuera que al no poderse abrir estaba ocupado, tosí más fuerte de la cuenta y obviamente sin sentir la necesidad real de hacerlo, un modo desarrollado desde hace muchos años para explicar: ¡joder está ocupado! ¿No podrías tocar? Pinches sustos que me sacas, todo eso significa mi tos en estos casos.
Todos entenderán que ante ese suceso no quise prolongar mi estadía, nunca se desea extenderse después de que uno sabe que alguien sabe que estás cagando, claro que siempre hay los cínicos desvergonzados que les vale madres, y a todo esto ¿ella se pedorreará a gusto en baños públicos hasta que su novio escuche su estruendo? Hablo de mi cínica vecina de mesa, y si es así ¿será que a su novio aquello le resulte completamente erótico? El punto es que no me demoro más, tomo el papel y segunda o tercera, ya no sé, situación terrible y jamás deseada, el papel es relativamente escaso, si bien no me gusta desperdiciar, no soy de esos que con dos o tres cuadritos tienen suficiente para dejar el retrete tan campantes y que no se lo recuerde su trasero minutos más tarde, ¡porque otra cosa que nadie negará es que si fallamos en la conclusión de la operación, seguramente lo recordarás! Y no darás paso sin decir ¿qué pasó? Es peor que una culpa, pues no hay salvoconducto de interpretaciones morales o cuentos alternativos, no, está ahí se siente y punto.
Así pues recorto unos cuantos cuadritos esperando que ese día sea de esas veces que uno puede sentirse orgulloso que la eficiencia de su sistema digestivo haya contribuido a proteger a los árboles, pero lamentablemente no fue el caso, era una descarga promedio, por lo que era imperiosamente necesario usar más papel y además esta vez mucho menos que la anterior, y como no quería problemas de ningún tipo fue necesaria una tercera ronda de escasísima área, el resultado fue satisfactorio. Apenas dejé una delgadísima capa de papel sobre el rollo de cartón, de esas veces que es más la parte adherida al tubo que lo efectivamente utilizable. Puse todo en su lugar sin sobresaltos y abandoné el lugar, el lavamanos estaba fuera así que me deslicé hacia allá, me enjuagué rápidamente hasta que valoré suficiente como para continuar con una vida saludable y salí de esa pequeña esquina de placer y estrés a sabiendas que alguien más iría tan pronto como notara mi fuga, de tal forma que sin pensar nunca en las repercusiones de mis actos, me fui como si nada hubiera pasado, porque por supuesto que no estaba en mis consideraciones delatarme de todo lo ocurrido ante los empleados y el próximo ocupante.
Llegué triunfante a mi mesa, miré discretamente a mí alrededor una vez sentado y con la taza en la mano, todo estaba en orden, todos continuaban en sus conversaciones y bebían alegremente, no había indicios de algún hecho embarazoso para mí.
¡Todos menos ella! ¡Sí, la que dejaron plantada! Tenía que ser la única del lugar que no estaba disfrutando de tan bella tarde, en cuanto terminé de darle el sorbo a mi té ahora helado, se paró y fue al baño ¡Qué desgraciada es la vida! ¡No sabe lo que le espera! los malos augurios se arremolinaron en mi imaginación, si ya desde antes estaba con una cara como si tuviera el aliento de un camello justo frente a ella ¡la que va a poner dentro del sanitario será…! Ni pensarlo.
No tardó ni dos minutos y ahí viene lo más grande de mi desconsideración y patanería, impulsado por el morbo más reprobable y el humor más desagradable, dejé pasar unos minutos, me paré (no osé mirar su cara) y esta vez como el mejor de los felinos alcancé la puerta del baño, hice como si algo me llamará a ese lugar y miré al interior para atestiguar la situación del rollo, tenía aún rastros de papel ferozmente pegados al cartón cilíndrico con evidentes muestras de rasgaduras de aquel que trata desesperadamente rescatar lo más posible.
Asumo lo que pasó, confieso que reí un poco y regresé a mi lugar, me doy cuenta que ella tampoco avisó sobre la falta de tan precioso elemento dentro de un baño, lo cual me confirma mis suposiciones de cómo había sido aquella experiencia, esta vez la risa es interna pero más poderosa y solo se deja ver un atisbo de sonrisa.
Estoy ahora de vuelta bien sentado, con un secreto tácito entre clientes y con unas ganas irreprimibles de escribir este alegre episodio sobre el poder de las máscaras de la decencia que llevadas hasta sus últimas consecuencias se unen a su extremo contrario.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
El funeral
A los desplazados por el progreso
Es muy sencillo demostrar (si es correcto usar esa palabra) que las cosas; tu casa, la pelota del cajón, los sillones y mesas, elige cualquier cosa, todas esas mal llamadas cosas tienen espíritu, y transgrediendo unas cuantas leyes aprendidas a temprana edad, también tienen vida, esto lo supimos bien de pequeños, ahora el experimento es simple, toma un cerillo y enciende las cortinas, si algún ayudante puede derramar algo de gasolina por ahí, mucho mejor.
Ahora espera fuera a que tu casa arda en llamas, si entra el deseo es perfectamente posible tomar unas fotos de recuerdo, pues todos tus albums y retratos están dentro, no hay por qué apurarse, la lluvia calmará las llamas justo al atardecer para evitar sobresaltos de los vecinos temerosos al infierno, y por supuesto no hay motivo para molestar a los bomberos, cuando todo sea lodo de cenizas, guárdalas en una cajita pues tenlo por seguro que la extrañarás y cuando llueva no trates de esconder la cara, todos hemos de llorar alguna muerte, toma la cajita, límpiala muy bien y lúcela en la sala de tu casa réplica pues ahí dentro está lo que lo que ésta nunca podrá llegar a ser.
Si nada de esto te hace algún sentido, entonces quiero decir que lo que está dentro de esa cajita es más abundante en vida que lo que está detrás de tu pecho.
martes, 15 de noviembre de 2011
¿Cuándo?
Pero ¿Cuándo?, estamos parados en lodo,
La mierda come tu intestino y sonríes
La pistola apunta en las esquinas
La flor con gusanos, de 40 pesos el ramo
Las espinas sacan sangre espesa, roja de miedo
Y tú estás en el espejo viendo tus lagañas
Viendo la desnudez de sedentario
Estamos bajo el último árbol nacido de la primavera
Sobreviviendo con la última bocanada de oxigeno libre
Bebiendo el agua robada
Caminando sobre la explotación
Pero ¿Cuándo? Cuando vas a tomar tu dignidad de la mano
Y la alzarás sobre los muros
Y la caminarás por las calles
La harás mirar al pobre y desnudo
Abrazarás al odioso militar y lo harás llorar
Pero ¿Cuándo? Tomarás la molestia de hacer al otro ver
Ver que no está solo
Que no está ahí inútilmente pensando en el futuro
Que la mentira es una bala silenciosa que rompe almas sin pagar
Rompe ilusiones sin ofrenda,
Golpean en las tripas y te alimentan de gusanos.
Ya lo gritaron, ya lo dijeron ¿Cuándo?
Paz, paz, paz, para todos
Verdad, paremos la bola de mierda que está en todos los traspatios
Que está detrás de la manteca que hierve en las ciudades.
¿Cuándo?